Caminaba desprolijamente a un costado del camino, el viento formaba nubes de polvo y el calor azotaba sobre su rostro. Llegando a la entrada del pueblo, levanto su vista y algo llamó poderosamente su atención, veia como entre nubes negras el sol se asomaba tímidamente. Direccionó su mirada sobre los techos de las casas construidas a base de adobe y paja. Su color rojizo le resultaba familiar. avanzó sobre el camino y al ingresar a la casa, fue directamente al fondo de la misma. Increiblemente las flores chinas brotaban de ese suelo reseco, árido y la enredadera llegaba a los lugares más recónditos de la medianera. Muerto de sed, se dispuso a tomar agua del tanque; pero increiblemente algo sorprendió su accionar. El agua se transformaba en una mezcla turbulenta por momentos y otros tantos tirando a verde esmeralda. Del fondo del mismo, nadaban peces sin cabeza. Tendido en el suelo y absorto por el hecho giró su vista hacia una de las ventanas de la casa. De uno de sus extremos surgia una pequeña rotura y de ella emanaban grandes cantidades de gatos en celo que se iban confundiendo unos con otros, formando uno solo. De pronto, una lluvia de recuerdos invadieron su mente, la imagen de su mujer acribillada por el ejercito, y él tan inmovil, ahora tan innecesariamente estático sintiendo el ahogo y la asfixia que su pecho le provocaba. La angustia desalojada finalmente gobernaba su cuerpo, y se habia transformado en su gran tirano. Mientras la luz se iba apagando con ella su vida se perdia, entre sudor y soledad.