viernes, 30 de noviembre de 2007


lunes, 19 de noviembre de 2007

Jugando por un sueño


Definitivamente Jacinto Morales Ferreyra había nacido para otra cosa, no se sabe a ciencia cierta si fue producto del destino o simplemente la necesidad disfrazada con cara de hereje quien arrastró a nuestro personaje al mundo del fútbol. Nacido en tierras de la banda oriental, Jacinto había mostrado desde pequeño un gran interes por la musica. Años posteriores recordará, cuando de pibe sin un mango en bolso, se acercaba a husmear los bailes que se armaban los sábados por la noche en el Pabellón de las Luces, deleitando sus oidos con las orquestas mas destacadas. Soñaba con ser un artista y salir a escena. Pero la necesidad era grande y su padre no aprobaba para nada su inclinación por el arte, todo lo contrario, en cuanto podía remarcaba más todavía que todo eso era cosa de gente rara. Asi fue sepultando lentamente su interés en algún lugar recóndito de su cabeza. Pero sólo fue un desplazamiento, ya que la llama se quedaría encendida por siempre. Un día, Jacinto acompañado por su padre, se presentó en una prueba para jugar en el Club "Los Orientales F.C."de Montevideo. El tipo encajó muy bien en el mediocampo, y arrancó en las inferiores con el número cinco en su camiseta. Jacinto había marcado muy bien su estilo. Cada vez que salía a la cancha, se engominaba de tal manera que su cabeza brillaba tanto o mas que el aluminio de su botín. En las jugadas que intervenía, sentía la necesidad de imaginar que la cancha era una pista de baile y que sus contrincantes eran bailarines que competían en un torneo internacional, con lo cual los movimientos del jugador eran de una destreza tal que la gente quedaba maravillada con su juego. Tanto se metió en el corazon de sus compañeros que al poco tiempo fue bautizado como "El Barón del medio campo". Al principio pasaba por ridículo, tal es así que una vez el técnico lo mandó a precalentar para ingresar en el campo de juego y éste comenzó a bailar por el borde de la cancha como si fuera un bailarín de ballet. Luego comprendieron que Jacinto era un aficionado al baile y pése a la verguenza que pudiera ocasionar, se fueron acostrumbrando. Incluso, la barra brava había pensado en la posibilidad de hacer figuritas de bailarines con papel de diario y tirarlas al momento de salir el equipo a la cancha para fortalecer el ánimo de nuestro número cinco. Todo era mas o menos soportable, hasta que un día a Jacinto le tocó jugar el super clásico. Ese día será recordado por todos. Las tribunas desbordaban de público y el calor castigaba sin tregua. Habían pasado veinte minutos del segundo tiempo y el marcador se mantenia en cero. Pero en una jugada el balón se pierde por la línea de fondo y los contrarios mandan todo su potencial al área. A Jacinto le tocaba marcar al siete, un tipo demasiado escurridizo. Parte el centro y el esférico cae directamente en el punto del penal, justo donde se encontraba Jacinto y su oponente, los dos en el aire se suspenden y parecen formar una sola figura, como dos cisnes siameses. El público queda hechizado con la jugada, en estado de trance, y una parte de la tribuna local queda estupefacta viendo como la desgraciada suerte de Jacinto se pierde conjuntamente con la simpatía que sentían por él, porque en ese mismo momento la pelota cae como un misil sobre la cabeza de Jacinto desviando su dirección directamente hacia el fondo de la red y dejando perplejo al golero. Ese fue el último día que se lo vió a Jacinto bailar con la pelota en sus pies por la alfombra verde. Hoy se lo puede cruzar uno por la Avenida 18 de julio, danzando en alguna comparsa por el mes de febrero, mezclando su figura entre papelitos y serpentinas, mientras el cinco brilla mas que nunca en su espalda.







viernes, 9 de noviembre de 2007



Se hundía en el sofá, revolcándose en sus propios pensamientos. Su mente se debatía entre el orgullo mal herido y la real verdad. Sentía su cuerpo tensionado bajo la prision de la presión. Veía esa boca del otro lado balbucear con rigidez la intervencion justa. Hubiera querido taparse los oídos y aunque el esfuerzo fue grande, la voz de su interlocutora ingresó sin ningún impedimento. Su temperatura corporal aumentaba notablemente y sus ganas de gritar y presionar con fuerza ciega el almohadon se acercaba cada vez más a un hecho posible. Mientras tanto, nuevos pensamientos se generaban, mezclandose en imagenes hipoteticamente siniestras. Era recrear y hacer virtualmente real lo imposible. El bien y el mal danzaban en su mente como la máxima expresión en una escena representada por el Dr. Jekill y Mr. Hyde. Ya no queria escuchar, y de hecho no podía hacerlo. Se había perdido en su absurdo delirar. Qué goce le provocaba ese hecho ficticio en su mente. Era el Goce con mayúscula. Tanta furia, tanto ahogo transformado en burbujas de lava que subiendo por el conducto iban quemando su interior dejando tan solo una estela de sabor amargo. Los minutos corrían y temía lo más próximo; no alcanzar a vomitar su otra carta, aquel ancho falso que tapara tan solo un poco la jugada. Ese día sentiría la pérdida consumada, y guardaría el as debajo de su manga para un momento mejor.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Multideas





Como todos los sábados de cada mes, nos encontramos a la misma hora en la esquina de "La Continental". El mozo apodado por el grupo como "El Conde", demás está explicar por que motivo, nos tenía reservada nuestra mesa habitual. Por ese entonces, todavía existía la posibilidad de respirar en los bares esa mezcla de perfume francés, calor de horno y humo de cigarrillo. Apenas me senté, aproveché el momento para encenderme un rubio. El "Toti" traía novedades del Partido Justicialista, y como el padre era Secretario Privado de un ministro perteneciente al equipo del "innombrable", siempre estaba al tanto de la situación. Claro, se armaba el gran debate, porque en la mesa había una mezcla de ideas y posiciones que provocaban el ojo de la tormenta. "El lepra" siempre arremetía con algún martillazo, rosarino y partidario del comunismo, se enfermaba con cada venta realizada por el gobierno, por cada porción de cada uno de nosotros que día a día se iba a manos extranjeras. Por mi parte, no estaba ni de un lado, ni del otro. No estaba muy definido o por lo menos las ideas no las tenia muy claras, seamos sinceros, la política me importaba una mierda. Lo mío, eran los romances fortuitos, los relatos que tuvieran que ver con minas que pasaran por mi vida. Pero de vez en cuando, algun que otro bocado, solía tirar. Estaba Santana, tipo intelectual al mango, obviamente sentía una afinidad especial por "El Lepra", juntos hacían el dúo dinámico. Y por supuesto, el mago, el tipo que siempre estaba para el cachetazo, pero que sin él, el grupo sentía que faltaba algo. El gran "Poca vida". Defensor de las ideas de Hipólito Yrigoyen y "grandes" figuras del Partido Radical. Hincha ferviente de River Plate. En los picaditos siempre asumía el rol de tapar agujeros, solito caía con su equipo de golero y se mandaba debajo de los tres palos. Pero esa historia quedará para otro día... La cosa es que esa noche se debatía respecto a la posición que estaba asumiendo el presidente de la nación con la economía del país. En un momento de la conversación, "El Lepra" subió de tono la voz, con la sangre hirviendo de indignación, y mientras "Toti" defendía a raja tabla su posición, nuestro majestuoso "Poca Vida" saltó con una frase célebre pero sin sentido, absurda, ilógica, imprudente e innecesaria, arremetió diciendo: "Prefiero forjar antes de ser un dictador...". Todos nos miramos a la cara y luego nuestros ojos se depositaron en nuestro amigo, que ya estaba preparado para el golpe final. Rompimos en risotadas mezcladas con cierto monto de agresión. No podíamos entender como esa frase, que por cierto se volvió célebre entre nosotros, había desbloqueado un momento de tensión como ese. Finalmente logramos encontrarle sentido en el absurdo. El querido "Poca" nos tenía acostumbrados a ese tipo de reacciones, porque justamente el loco las sacaba de la galera de la locura, haciendo un movimiento mágico con su varita para limar asperezas.

martes, 6 de noviembre de 2007

La sequia


La sequía venía castigando sin tregua, hacía mucho que no se veía una gota de agua y los ríos eran tan solo un recuerdo. La gente del pueblo padeció la desgracia pero también el ganado, fuente de riqueza en un lugar sostenido por el negocio vacuno, moría día a día en los campos amarillos. Casi había desaparecido la epidemia de mosquitos, pero de chuparnos la sangre pasamos a quedarnos sin una gota de agua. Comenzaban a aparecer los primeros sintomas en el pueblo, la gente sentía que la única solución era terminar de una vez por todas con la existencia de esa porción de tierra y trasladarse como nómades a un lugar mejor. Pero no todos estaban de acuerdo, no. El viejo "matute", conocedor por sus sabias reflexiones, se convencía que todo eso era algo transitorio, una prueba más que el "tata" había puesto en el camino para superar. En cambio, doña Alcira, sostenía que todo eso era un castigo divino y argumentaba el hecho sosteniendo que el pueblo mismo tenía la culpa, por haberse unido en el último sufragio dando como ganador una vez más a nuestro gobernador, el Dr. González, un terrateniente que hacía más de quince años manejaba el poder, distribuyendo la riqueza para un solo destino, su propio bolsillo. Sentía que una vez más habían regalado el alma a mandinga. Pero claro, como ir en contra de eso, si apenas asomar el cogote y la oligarquía ponía orden con garra. Señores, como dice el viejo refrán, pueblo chico infierno grande. Todo se conocía y se sabía. El "cholito" Gutiérrez, tuvo que darse a la fuga, luego de haber publicado en nuestro diario "Rincón del mundo", que el Gobernador había recibido un container con miles de litros de agua provenientes de la empresa "Aguita de Córdoba", y que nada de eso había sido una donación en absoluto, sino que el Dr. González había utilizado los fondos enviados por el gobierno nacional para mejoras de obras públicas. Antonio "El Peludo", asumía su condición de peón y ponía énfasis en su pensamiento, se decía a si mismo que jamás dejaría su lugar natal. Haría lo imposible por defender su tierra. Durante el día, era un pueblo fantasma. Cada uno encerrado en su ranchito de paja y adobe, buscando una sombrita pa' poder respirar. Una noche, el viejo "matute", pese al regaño del curita Alfonso, propuso al pueblo entero juntarse venticuatro noches a la misma hora para formar un circulo y danzar frente a la luna, como lo hacían sus antepasados. Asi fue como las veinticuatro noches, la luna se colmo de esas figuras danzantes y se llenó de júbilo, regalando a la siguiente noche un aguacero importante, y llevándose consigo al viejo "matute". Hoy se puede apreciar por las noches a la luna enamorada del viejo sabio fundiéndose en la luz plateada y reflejándose por el libre tránsito de los ríos.