lunes, 10 de noviembre de 2008

Violencia



Cuando lo nefasto de lo humano te vuelve irascible y montas en cólera perdiendo el sentido de si mismo, sentís como el veneno de la estupidez te colma la coronilla a tal punto de pensar cual es el verdadero sentido de la violencia transformada en un deporte diario. Te preguntas a diario quien articula tanta locura suelta o quizás, quien es el verdadero creador de tanta miseria humana tan necesariamente real, con el fin de sostener el equilibro de los opuesto. Pues, para llegar a la existencia de lo bondadoso irremediablemente debe aparecer como marco de contraste lo maligno. Pero hemos llegado a un punto donde lo descarado y macabro hace alarde en lo cotidiano, bofeteando la mejilla del mundo mismo para dejarlo por un instante tan estupefacto y sin reacción. Hoy es aquel o tal vez un otro, pero seguramente mañana serás vos y lo terrible de esperar el momento justo aguardardando en la sala de espera. No quiero, no. Realmente no.

Hundido en tu propio crimen



Los discursos pobres de los enamorados infantiles que deciden subir al ring de la inmadurez absoluta, se pierden en el cansancio de la agonía pudriendo el tiempo y el espacio para regar palabras en forma de cuchillo sin filo que tan solo puede acariciar. Nosotros, pequeños espectadores dentro de la actuación, presenciamos la función que se agota en la primer escena, manteniendo la atmósfera lo más tensa posible como consecuencia de la descomposición humana. Así se complementan desde el brillo de su estallido regalando muecas rotas compradas en los anticuarios de los hechiceros con la mecha gastada. Ahí va otra gota a puro limón, direccionada exclusivamente al corazón, mientras relata abandonos de un pasado no muy lejano. Y él tan toxicamente fútil, arremete con su colmillo voraz, tan sediento de cordura. A pura cultura de la nada, la transparencia de su amor se ve tendida en la soga de la apariencia, intentando armar el símbolo de cristal que una noche de embriaguez ese pobre animal salvaje costosamente le regaló.


La noche estaba quieta y sin embargo tus cabellos se movían. Luego de un rato al fin pude comprender que el viento estaba en vos. Despedías pensamientos que volaban por el marco de la ventana, tan humeantes, tan pesados. El día te había agotado tanto dejándote inerme y a la deriva en tu clima. De tu boca asomaba el relámpago, pero el maldito trueno estaba en mi. Igual te dejé ser y te fuiste bien suspendida en la ternura mágica del suspenso. Escondí una miga para regalarte el gran bocado sin espinas. En los sermones fatales que nuestro Dios impera a gritos, jugamos al poker de la vida apostando lo satánico de nuestros corazones hambrientos que sólo gotean. En definitiva, simplemente somos grandes jugadores que simulamos no jugar, tan solo para actuar en la realidad que tumba muñecos decapitados por la ignorancia de sentido.

Llámalo como quieras



Infinita tristeza encuentro en el valle de la desazón, cuando proclamo por tu mirada y no encuentro ninguna luz para mi. Me siento ser como polilla que bordea y se eleva buscando la energía exterior. Me apego como fuego al sol y absorbo cada haz, cada rayo insignificante que me sostenga. Defino mi reinado por las noche pero al mismo tiempo soy una presa fácil. Inmerso en lo oscuro me alimento, saboreo, y rumeo cada pensamiento construido a base de tela para mi estómago. Aleteando incansablemente mientras mis ojos de vidrio relojean tus pasos, direcciono mi atención, conquistando la motivación que me expulsa hacia la desnudez de tus palabras. Deseando desmenuzar tu piel en mi boca, con cada caricia que imparte mi lengua. Definitivamente soy una polilla que bordea y se detiene, en lo más próximo del tiempo fugaz, que elige no elegir porque siempre prefiere algo más.

martes, 4 de noviembre de 2008

Temperatura justa




Te quemo, voraz
calcino tus huesos
saturo cocciones
vierto mi sal
aumento la llama
aspiro tu vapor

transpiras deseo
ardes exquisita
orgasmicamente


La migracion

Filas enormes a lo largo
difíciles de distinguir
una sola raza, una sola sangre
se pierde con el viento
encadenados a su tierra
marchan y buscan destino
Aquel vestido amarrillo

dejandose ver
tan libre, tan distinta
perfumando el paisaje
años de inocencia
aroma a fragilidad
una flor por marchitar