martes, 6 de noviembre de 2007

La sequia


La sequía venía castigando sin tregua, hacía mucho que no se veía una gota de agua y los ríos eran tan solo un recuerdo. La gente del pueblo padeció la desgracia pero también el ganado, fuente de riqueza en un lugar sostenido por el negocio vacuno, moría día a día en los campos amarillos. Casi había desaparecido la epidemia de mosquitos, pero de chuparnos la sangre pasamos a quedarnos sin una gota de agua. Comenzaban a aparecer los primeros sintomas en el pueblo, la gente sentía que la única solución era terminar de una vez por todas con la existencia de esa porción de tierra y trasladarse como nómades a un lugar mejor. Pero no todos estaban de acuerdo, no. El viejo "matute", conocedor por sus sabias reflexiones, se convencía que todo eso era algo transitorio, una prueba más que el "tata" había puesto en el camino para superar. En cambio, doña Alcira, sostenía que todo eso era un castigo divino y argumentaba el hecho sosteniendo que el pueblo mismo tenía la culpa, por haberse unido en el último sufragio dando como ganador una vez más a nuestro gobernador, el Dr. González, un terrateniente que hacía más de quince años manejaba el poder, distribuyendo la riqueza para un solo destino, su propio bolsillo. Sentía que una vez más habían regalado el alma a mandinga. Pero claro, como ir en contra de eso, si apenas asomar el cogote y la oligarquía ponía orden con garra. Señores, como dice el viejo refrán, pueblo chico infierno grande. Todo se conocía y se sabía. El "cholito" Gutiérrez, tuvo que darse a la fuga, luego de haber publicado en nuestro diario "Rincón del mundo", que el Gobernador había recibido un container con miles de litros de agua provenientes de la empresa "Aguita de Córdoba", y que nada de eso había sido una donación en absoluto, sino que el Dr. González había utilizado los fondos enviados por el gobierno nacional para mejoras de obras públicas. Antonio "El Peludo", asumía su condición de peón y ponía énfasis en su pensamiento, se decía a si mismo que jamás dejaría su lugar natal. Haría lo imposible por defender su tierra. Durante el día, era un pueblo fantasma. Cada uno encerrado en su ranchito de paja y adobe, buscando una sombrita pa' poder respirar. Una noche, el viejo "matute", pese al regaño del curita Alfonso, propuso al pueblo entero juntarse venticuatro noches a la misma hora para formar un circulo y danzar frente a la luna, como lo hacían sus antepasados. Asi fue como las veinticuatro noches, la luna se colmo de esas figuras danzantes y se llenó de júbilo, regalando a la siguiente noche un aguacero importante, y llevándose consigo al viejo "matute". Hoy se puede apreciar por las noches a la luna enamorada del viejo sabio fundiéndose en la luz plateada y reflejándose por el libre tránsito de los ríos.