Trasladándonos en el mismo autobús, en la misma dirección pero un destino distinto, el hombre de traje y corbata iba perdido en rescatar los detalles.
Primero era fundamental acomodar ese nudo... tan metódicamente armado. Luego, quitar una pelusa del hombro y preguntarse de que nube habría caido.
Yo lo observaba disimuladamente hasta que en un momento dado no podía creer lo que mis ojos estaban viendo; el hombre de traje comenzó a rascar lentamente detrás de su oreja izquierda. Asi fue que el índice de su mano izquierda conjuntamente con su pulgar, comenzó a desprender un tendal de pensamientos mezclados con colores y simbolos extraños... El hombre tiraba y tiraba de ese piolín y el autobús comenzaba a transformarse en un depósito de frases plasmadas en una paleta de Dalí. La gente comenzó a confundierse con todo eso y yo que no podía dejar de mirar lo que estaba sucediendo. Cómo era posible que aquel hombre portara tanto pensamiento junto? y asi no quedaba mas espacio y lo más increible era que la gente, con las letras, los colores y el piolín, comenzaban a ser expulsados por las ventanillas porque ya no cabía más nada dentro de ese vehículo. Yo logré treparme de una "Y" y como si fuera un zancudo comencé a saltar por la Avenida Córdoba y tirárme sin más, a un costado para que los autos no me aplastaran contra el asfalto. Una vez calmado, vi como ese colectivo se perdía en el horizonte de antenas, mientras de mi boca escupía un pedacito de tela color naranja con una diminuta letrita "A".