jueves, 14 de octubre de 2010

Bosque siniestro



Por alguna extraña razón se sintió atraído por el camino. En el bosque reinaba la calma, a tal punto que solo se oía el crujir de los árboles contra el viento y el impacto de las hojas sobre la tierra. El día gris se dejaba atravesar por algunos rayos culminando entre arbustos.
Siguió su camino hasta que algo lo detuvo, estáticamente como agua helada sobre su piel, los sentidos fueron aumentando paulatinamente. Frente a sus ojos se hallaba una casa vacía, completamente abandonada. La pintura en su fachada había envejecido cediendo espacio a un musgo caprichoso y asesino. Las ventanas habían sido despojadas y sus puertas eran bocas infernales. Esas puertas, despedían un aliento gélido que llamaba por si mismo. Temerosamente se acercó tan solo unos metros y pudo comprobar que el olor que emanaba era pestilente, lentamente flotaba en el ambiente húmedo. Una vez despojado de todo trance, los cuerpos colgando con sus pies desnudos y azulados, dibujaron el espanto en su rostro. Suspendidos en el aire, giraban lentamente de la cuerda danzando con el silencio matinal. Por vez primera pudo comprender que el silencio verdadero proviene de la muerte.

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