miércoles, 27 de octubre de 2010

Lobo... está?


Subiendo la cuesta, llego al cerro calmo. Subió los primeros peldaños y el manantial que emanaba de la fuente, refrescó sus labios de fresa. La tarde era infernal, y el canto de los pájaros era una queja. El camino estaba levemente señalizado, tan solo unas flechas rojas apenas visibles iban guiando el camino hacia la cima.
Su abuelita había encomendado a Caperucita que llegara hasta ese sitio con el fin de recolectar frutos para tomar infusiones de té. A veces los resvalones se hacían presente, y las finas hierbas iban lastimando las dulces manos de la niña. Pero aquello que podía resultar accidental se transformó en invitación.
Entre la maleza un hocico repugnante se abrió camino olfateando tan bella dulzura. Agazapado, el lobo se quitó de encima las ropas de abuelita y salvajemente tomó a Caperucita por la espalda anunciando que era sumamente peligroso para una niña andar sola por esos lados. Lo más llamativo para el lobo, que tanto había esperado ese momento como espacio propicio para desplegar su horror y espanto, fue que Caperucita no se mutó en absoluto, sino todo lo contrario, apenas corrió su vestidito colorado, quitó su capucha de la cabeza exhibiendo unos cabellos enmarañados pero llenos de aroma floral, miró fijamente al lobo y con voz suave respondió... No me creas tan ingenua lobo, que tus vestiduras intenten engañar mi inocencia no significa que sea ignorante respecto al lugar donde me encuentro parada. Dicho ésto, Caperucita se tendió contra una inmensa roca e invitó a la bestia para que haga de las suyas. El lobo aturdido la miró de pie a cabeza y se recostó a su lado. Despistada la bestia e hipnotizada ante tanta belleza carnal, Caperucita aprovechó el momento para sacar de su canasta el collar y un bozal, apresurándose a
colocar cada uno de estos elementos.
Una vez realizado ésto, frene al canto tendensioso de las aves, Caperucita emprendió camino cuesta abajo con su nueva mascota, alegando... Ahora lobo te vas a quedar quietito en casa, porque estoy muy hambrienta y tu sabroso costillar me resulta sumamente apetecible.

1 comentario:

Anhedonia dijo...

Bravísimo este texto!
Salud, Saúl.