viernes, 12 de septiembre de 2008

Confesiones de un asesino



Se que aún aguardan por mi autocondena.
Afirman que soy el único culpable de semejante crimen. Y yo los veo tan culpables como yo.
No voy a contarles sobre el goce que me produjo cada vez que lo hacía.
Tampoco voy a dar detalles de las distintas formas que lo hice.
Creanme que por mi bien y sobre todo por su propio bien, fue de suma importancia cometerlo.
Lógicamente, todavía quedan las huellas visibles. No seamos tan puritanos y espero que Ustedes también tengan el mismo valor para confesar.
Si piden por mi cabeza, yo me entrego, pero no todavía.
No hablemos de buenas intenciones inocentes, ni de ingenuidades absolutas, lo hice en un estado de conciencia óptima.
Todavía resuena en mis oídos los gritos desesperados, alaridos que no me permiten conciliar el sueño y así transito cada noche por esa fina línea sostenida por la culpa.
Si señores, ahora estoy en condiciones de admitir que yo, solamente yo, soy culpable de asesinar a mi propio instinto asesino, carroñero, masoquista, delirante.
Mientras cumplo con mi condena, aguardo por Ustedes.