viernes, 22 de agosto de 2008

Cuadro matinal

Riiinnggg.... apago mi despertador, intento volver al mundo real y dejar atrás el show onírico. Mi mascota se acerca, me observa y mide la distancia que hay entre su lengua y mi nariz, una vez segura, me lame sin reparo. A mi lado, yace mi amor. Me incorporo en la cama, y casi sonámbulamente llego al baño, miro mi imagen en el espejo y no me reconozco a esas horas. Me cambio y salgo al mundo exterior. Como todas las mañana, me sumo a la batalla por el ascensor. Saludo al portero, como siempre está en el mismo sitio, haciendo exactamente lo mismo, diciendo exactamente lo mismo. El frío matinal me envuelve en una nube helada, y así me lleva por el mismo camino. Los vándalos caninos se cruzan buscando su alma. Cruzo la vía del tren y el olor a pan quemado mezclandose con la voz del diariero que comenta sobre el último crimen publicado y el preciso accionar de la mafia. Veo los árboles desnudos por la callecita, y diría que la misma gente se topa conmigo. Saludo al playero que jamás entable diálogo alguno, y sin embargo un día lo saludé; a partir de ese momento pareciera que nos conocemos de toda la vida. Busco entre mis ropas, desesperadamente las monedas para mi boleto, por fin llego al monto justo. Los niños que bajan del colectivo, como soldaditos programados por un ser superior, van en filita hacia la escuela. Intento no chocar con ninguno de ellos, demorando mi paso, me enfurezco y me doy cuenta de ello. No es bueno enojarse desde tan temprano. Me ahorro un tramo cruzando por el camino de tierra, veo como mis zapatos sucios se ensucian más aún y no le doy importancia alguna. Me divierte caminar apresuradamente y ganarle de mano a todos los que van en la misma dirección. Incluso, muchas veces simulo ser un automóvil e internamente imagino el sonido de un motor que acelera y baja cambios. Ya se, no digan nada. Nuevamente el mismo cuadro, solo que las figuras rotan en la tela. Inevitablemente yo formo parte de él. Quisiera romper con esa imagen, hacerla pedazos. Rompen filas, y un río de hormigas negras y coloradas se abre ante mis ojos. El problema es la falta de compatibilidad. Una vez arriba del colectivo, el movimiento personal pierde sentido. Uno va sentado o colgado como un mono y hasta probablemente, aplastados como sardinas. Todos se quejan pero buscan calor humano. Ellos de traje, ellas dibujando belleza en su rostro. Así comienza mi día, cada mañana....