viernes, 8 de agosto de 2008

Ficciones verdaderas


Desde muy pequeñito deseaba que sus muñecos tomaran vida, así pasaba las tardes en el fondo de su casa alineando cada uno de ellos en distintas posturas y expresiones. Podía apreciarse la variedad de formas y estilos, pues la lista estaba comprendida desde un pequeño robot inmóvil hasta un soldado articulado con pelo y barba de felpa. Quizás ese sueño se ajustara a las preferencias que nuestro pequeño sentía con determinados muñecos. Lo cierto es que una tarde, su madre le había dado algo de comer y el pequeño estaba inapetente, con lo cual, no se le ocurrió mejor idea que depositar parte de ese alimento en el compartimiento para baterías de un hermoso robot intergaláctico. Como era de esperar, el tiempo se encargó de transformar ese depósito en algo putrefacto, perfumando el rincón de sus muñecos con ese aroma. Sus padres preocupados, sacaban sus propias conclusiones .... - Debe ser un murciélago muerto... ó - Seguramente alguna laucha que se coló. Tan intensa fue la búsqueda, que al cabo de unos días, cuando todo se volvía insoportable, nuestro pequeño recordó que ese robot existía, y fue en su búsqueda. Así sus padres descubrieron la prueba del delito y con ello se armó la gran trifulca. No tenemos pruebas fehacientes que demuestren y confirmen que el robot haya logrado adquirir vida, pero si nos quedó claro que consiguió volar, aunque más no fuera por un instante breve.