viernes, 19 de noviembre de 2010

Toda una vida en la esquina

Miro por la ventanilla del vehículo y allí está ese anciano, como cada mañana, con su saco color gris topo y su pantalón de felpa y un par de alpargatas gastadas. Está parado en la misma esquina de siempre, con su pañuelito color lila danzano entre sus dedos. Entonces pienso en él, y me digo a mi mismo, él también fue pequeño alguna vez y probablemente colgaba su vista con el brillo del sol, intentando robar los secretos que se encuentran detrás de la luz. Hoy lleva puesto lentes de sol. Pienso también, que a lo mejor siendo chiquito jugaría a construir castillos con arena, inmensos, fantaseando quizá, que sería un Rey introducido en una época equivocada. Seguramente por estos días, descansa en la intemperie, sobre la nada. Puede que también, desde muy niño, depositara sus ojos sobre su madre, mientras tímidamente pedía por un pan con manteca y azúcar, escuchando la lluvia repiquetear en la ventana. A esta altura de su vida, pide monedas en esa esquina promiscua, para subsistir. Vuelvo a mirarlo, atentamente lo miro, y yo no quiero saber sobre los secretos que se esconden detrás de la luz, yo no quiero ser por un día un Rey gobernando castillos de arena, tampoco deseo saborear azúcar en mi paladar con mis oídos desbordados por el sonido de la lluvia fría, tan solo quiero una mirada que me contenga, una mirada que me desarme jugando como niños, para luego volverme a armar, tan solo una mirada que haga de puente mostrándome el camino a seguir, de esas que encierran misterios, simplemente una mirada sincera....

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