viernes, 19 de octubre de 2007

Como un gran agujero de ozono, como un punto de ebullición en alguna parte del inmenso universo, como el remolino que se forma antes de romper la ola y te chupa sin dejar rastro, como un imán tiranizando a cuanto metal se le cruce, todo esto y mucho mas es comparable con lo que puede provocar una situación de estrés tal como cambiar de lugar. Mudar o mudarse de algún modo trae consigo una onda expansiva. Mudarme en este caso, es subirme a esa ola y barrenar. Voy en la cima y veo el objetivo cerca. Esta vez es diferente. Yo elegí subirme a la ola y disfrutar del viaje. Esta vez elegí el lugar, mi lugar, nuestro lugar. Puede que alguna vez fuera posible hacerlo, pero no era el momento. Ya no hay mas razones para pertenecer a lugares vacíos que dejen otros, ya no hay mas cuidados para aquello que decida hacer, tocar, mover; no, no. La jugada en el tablero se divisa con precisión y estratégicamente armada. Muchos años pasaron y los movimientos no conducían a nada, a ninguna parte, a ningún lugar. Simplemente, un enroque. Ahora, el peón se sube al caballo y con la espada en mano abrirá camino para su reina.

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