lunes, 29 de octubre de 2007

El paraíso si existió....


Cuando el dios Sol ingresaba a nuestra aldea y llenaba de luz nuestros corazones, eramos felices.

La brisa limpiaba los malos espíritus y colgados de una nube eran llevados lejos de aqui.

Los ríos, cuan venas abiertas alimentaban nuestras gargantas desgarradas, luego de largas noches de ritos y danzas, llenando de frescura los cuerpos.

Nada debíamos y todo lo conseguiamos por nuestros propios medios, la caza era la fuente de nuestra alimentación.

El hombre guerrero, portaba su condición desde el vientre materno.

La mujer recolectora, era su complemento.

La paz reinaba en cada rincón, en el aire, en la tierra, en los arboles y en las rocas.

Vino el hombre blanco, y consigo trajo peste y muerte.

El dios Sol dejó de ingresar a nuestra aldea y las sombras destruyeron nuestros corazones, nos volvimos seres tristes y vulnerables.

La brisa dejó de correr y los malos espíritus bajaron de las nubes para danzar en nuestros pechos abiertos.

Los ríos se tiñeron de rojo y nos fuimos desangrando dejandond las gargantas secas. Por un tiempo desaparecieron nuestros ritos y la danza murió con nostros.

Comenzamos a ser deudores y a pagar las deudas con nuestras vidas.
Ya no cazabamos sino que eramos cazados.
Ya no eramos alimentados, pero si alimentabamos con nuestras riquezas.

Peleamos hasta la muerte, con honor y dignidad.

Nuestras mujeres fueron violadas y asesinadas. Nuestros niños vendidos como recompensa.

Dejó de existir la paz.

Hubo un tiempo en que existimos y fuimos felices....

Nuestras voces resuenan como gritos del mas alla.

Solo quedan recuerdos de lo que nunca pudo ser.

Las almas guerreras colman cada espacio y así vuelan con el viento.

Corazon palpitante, que herido no para de sangrar.

Cada gota derramada, cada voz desgarrada, se escucha por las noches pobladas de luna nueva.

Danzamos en mentes proyectadas al futuro, golpeando como martillos que reclaman justicia y asi nos mantenemos vivos como antorchas eternas.



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