Abre una puerta suspendida en el aire y de ella emanan dos elefantes de circo. El primero de ellos, mucho mas grande pega un brinco y se pasa de la línea, no tiene retorno. El que le sigue, mas pequeño en su dimensión, no brinca. Comienza a correr persiguiendo al individuo a una velocidad jamás vista. Furioso, desquiciado, cansado de haber estado tanto tiempo del otro lado de la puerta, pero a la vez seguro por creer que el individuo era el culpable, despliega su fuerza contenida. Busca aplastarlo, disminuirlo, hacerlo desaparecer de una vez y para siempre. Corre sin parar hasta que se congela. Estaticamente se vuelve de porcelana. Inofensivo, deja de ser una amenaza. Sin vida y transformado en objeto estéticamente costoso. Ahora, aguarda desde una repisa.-
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