jueves, 18 de octubre de 2007

Reminiscencias


El hombre se ve transitando por el fondo de una casa, donde se halla un inmenso parque; de pronto se encuentra con una enorme jaula. Dentro de la misma hay cuervos.
Siente que lo absurdo es que de la jaula puedan salir y entrar por los barrotes, otras especies de pájaros. Pero los cuervos no.
Observa a uno de los cuervos, y él le devuelve la mirada. Lo provoca. Y lo vuelve a observar. Se abusa porque lo ve entre rejas. Observa esos ojos obscuros y llenos de nada. Las plumas brillan demasiado. Seguramente debe ser otoño y el césped está húmedo. Hay rocío, puede que haya llovido.
Las nubes se apoderan del cielo y un viento suave comienza a correr.
El hombre vuelve a observar la jaula. Llama poderosamente su atención,la cantidad de pájaros que van y vienen. Pero éstos no se detienen en él, como si lo ha hecho el cuervo. Comienza a sentir temor. Algo le dice que no debe estar allí. Que algo anda mal.
Se aleja de la jaula. Retrocede en sus propios pasos lentamente. Siempre observando la misma dirección.
No entiende cómo alguien pudo abrir la puerta. Cómo se atrevió hacerlo. Seguramente algo tramaba. Era su destino. Pero así y todo, no logra dilucidar quien lo hizo.
Los cuervos comienzan a desplegarse por el aire. Como una gran ola por romperse van girando en remolino y realizan piruetas en el cielo.
El hombre siente terror y no sabe que hacer. Se ve inmóvil, estático. Sus palpitaciones se aceleran. Sabe que ese vil animal, se alimenta de carne putrefacta, de carroña. El mismo se siente carroña. Sabe que seria un buen banquete. Pero se rehúsa a ser devorado. No soporta la idea de ser devorado mientras viva. Siente que el tiempo se detiene. La imagen se congela, salvo sus propios movimientos y los del cuervo.
Va perdiendo fuerzas y se encuentra en un estado de ensoñación. Lentamente se dispone sobre el césped en una postura fetal. El cuervo se acerca hacia donde el hombre está. Éste se cubre en el suelo con sus propios brazos, pero sabe que de nada servirá.
El ave se acerca cada vez más. Se detiene. Lo observa y le muestra una cantidad de dientes protuberantes que salen de su pico.
De pronto una fuerte lluvia se hace presente. El cuervo mira hacia el cielo. Y vuelve su mirada hacia el hombre que lentamente se va deshaciendo con las gotas, fundiéndose en el lodo, perdiéndose en un todo. Aparecen hormigas que brotan de su figura dispersa.
El cuervo quiere volar pero no puede. También él se volvió estático. Ya es parte de un tiempo pasado. Solamente su movimiento ocular, que oscila desesperadamente de un lado hacia el otro.
Las hormigas hambrientas comienzan a devorar, a desgarrar cada parte sin límite. Saben que el barro que las salpica es como un manto de aquel hombre que fue y no pudo ser más, y ahora las cubre, se hace parte de ellas. No dejó de sentir en ningún momento. Su espíritu se mantuvo vivo. Quiere vengarse. Y realmente lo hace. Disfruta cada bocado de aquello que alguna vez fue una amenaza para su vida.
No deja de ser él mismo, pero se ve de otra manera. Tomó otra forma. Otra especie. Será insignificante, pero se destacará del resto. De la gran masa hará sonar su voz como un trueno. Y volverá a organizarse y a organizar. Orgánicamente, orgásmicamente, él, argumentará.

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